Niños transgénero otra idea “vanguardista”

Desde el comienzo de este editorial muy probablemente las preguntas que saltaron a su cabeza fueron las principales motivadoras de la lectura. Hablar hoy de personas transgénero no es para nada raro, especialmente por las pujas de estos grupos en el país por lograr la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Lo que sí es novedoso es aplicar este concepto para infantes, un fenómeno que cada vez ocurre más en los Estados Unidos.   

Según los que han estudiado este comportamiento en niños aseguran que lo que estos pequeños experimentan es una discordancia entre su sexo, basado en su anatomía y su género social, que incluye conductas, roles y actividad. A pesar de estas conclusiones está claro que los estudios e investigaciones sobre niños transexuales no son comunes, pero los especialistas afirman que esta condición aparece en algunos casos desde los tres años.

La propuesta planteada por quienes defienden estas alteraciones en menores de edad pasa por crear una diferencia entre “la identidad de género” y la “orientación sexual”. Según los psicólogos la diferencia es que “la identidad de género define quién eres y la orientación sexual define con quién deseas tener sexo”. Un planteamiento que nuevamente pone de relieve el interés de muchos grupos de la sociedad norteamericana por achacarle a la naturaleza o hasta el mismo Dios, que alguien haya nacido “dentro un cuerpo incorrecto”.  

El caso de los niños transgénero es bastante particular ya que ellos no presentan desórdenes físicos ni malformaciones en sus órganos sexuales, son sus inclinaciones a adoptar los patrones de comportamiento del sexo opuesto los que evidencian su “identidad de género”. En otras palabras, anatómicamente puede ser un niño o niña, pero definirlo como transgénero es porque la criatura se siente más cómoda vistiéndose o comportándose como el sexo contrario, por ejemplo.  La posibilidad de aceptar algo semejante intenta hacerle creer a la sociedad que el sexo es un escogencia no una característica natural.

Al conocer algunos casos de niños transgénero que han salido a la luz pública en Estados Unidos llama la atención cómo los padres son los principales testigos y reforzadores de este comportamiento. Si bien cuentan grotescas anécdotas de los trastornos que sufren sus hijos con su sexualidad, también es evidente que el problema real es mucho más profundo que un asunto de “identidad de género” y no se resolverá simplemente aceptando el “nuevo sexo”, que ha escogido el infante. 

Conflictos en donde los pequeños se deprimen el día de su cumpleaños porque recibirán regalos que no les servirán o encontrar a un pequeño tratando de cortarse el pene con un alicate porque supuestamente “eso no va a ahí” no se resuelve fácilmente. No será suficiente decirles que están en el cuerpo incorrecto y que es un error de la naturaleza por el cual sufren. Luchar para normalizar sus derechos es la vía incorrecta para resolver su conflicto. Es notorio que la verdadera necesidad de estos menores es aceptarse tal cual son, porque de lo contrario, no habrá respuesta médica que les atenúe su conflicto.

Dolorosamente el comportamiento de algunos padres ha llegado a ser tan absurdo que les cambian el nombre legal a sus hijos y son capaces de acusar de discriminación a las escuelas, donde exigen que se les permita ir al baño del sexo opuesto para que no se vean invalidados sus derechos de “identidad sexual”. En estos casos el derecho individual, pero especialmente de los grupos LGTB pasa a estar por encima de la del resto de estudiantes que deberán observar cómo en un baño para mujeres ingresa un varoncito vestido de mujer, sin tomar en cuenta las múltiples inconvenientes que esto acarrearía. Otros progenitores han sido tan ocurrentes, que hay familias hablando del cambio de género quirúrgicamente para criaturas con tan solo 10 años.  

¿A caso a un negro o mulato se le motiva a cambiarse el color de piel o a un asiático sus ojos rasgados? Lo que padres maduros deben hacer realmente es enseñarles a sus hijos a estar orgullosos de los que son, a aceptarse a sí mismos a pesar de la discriminación. ¿Por qué entonces cuando se habla de sexualidad es diferente? ¿Solo porque médicamente se pueden hacer alteraciones? Todas las respuestas posiblemente son horribles, porque la respuesta se reduce a que los grupos LGTB (Lesbianas, Homosexuales, Transgénero y Bisexuales) se han puesto de moda.

En Estados Unidos los médicos tienen divididas las opiniones sobre el mejor modo de tratar a niños transgénero. Unos piensan que la pubertad, a pesar de la angustia extrema que supuestamente provocan en los menores con este trastorno es también crucial para el desarrollo físico de un ser humano. Lamentablemente un creciente grupo de especialistas considera que es mejor intervenir a las criaturas de forma temprana mediante un tratamiento hormonal. El método consiste en detener la pubertad recetándoles hormonas a los menores. Luego, unos años más tarde, utilizan estrógenos para los varones y testosterona en las mujeres con la intención de alterar el crecimiento natural de sus cuerpos. De esa forma logran simular la pubertad del sexo opuesto. Eso ocurre con riesgos que van desde la posibilidad de contraer cáncer hasta la esterilidad. Siendo notorio que muchos grupos médicos poco les importan la integridad de sus pacientes y más están interesados en la remuneración económica o peor aún, en la experimentación con humanos desesperados.

La cultura estadounidense una vez más sorprende al mundo, no con ideas innovadoras esta vez, sino con conceptos que ellos mismos inventan y luego diseminan por doquier. Es sumamente peligroso que América Latina no se aperciba del grave daño y degeneración en la que está entrando una sociedad que siempre fue un espejo de desarrollo para este continente. Es difícil imaginar que aceptemos gobernantes que deseen adoptar principios semejantes cuando es notorio que se desmorona toda su estructura cual castillo de arena. Ya Norteamérica está llegando a un colmo, donde lo inimaginable se vuelve una horrenda realidad. Muchos de ellos han desterrado a Dios por completo de su nación y han preferido seguir sus pasiones desenfrenadas. Por parte nuestra solo queda velar para mantener el muro en pie, uno que ellos construyeron para que no pasaran los indocumentados latinoamericanos, pero ojalá sirva también para que no se nos abalancen sus influencias.

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